Cuando la arquitectura en los años sesenta aún se arrodillaba ante aforismos como los de Mies Van der Rohe de “menos es más”, llegó un inconformista arquitecto estadounidense y dijo que “menos es un rollo”. Robert Venturi (1925-2018) tomó las riendas de la crítica sistemática y efectiva contra el Movimiento Moderno, contra la austeridad de lo funcional, y se empeñó en que la arquitectura fuera una fiesta de referencias inteligibles por todo el mundo.
En 1962 construyó la que hoy se considera primera casa posmoderna de la historia, que rompía el dogma vanguardista y no era un cubo acristalado sino una construcción con tejado a dos aguas y un arquito sobre la puerta. Está a las afueras de Filadelfia y fue diseñada para una mujer de izquierdas, feminista y vegetariana: Vanna, su madre. Empeñado en dar valor al ornamento frente a lo mínimo imperante, desde finales de los años sesenta Venturi se convirtió en el mayor representante del posmodernismo, en parte por su obra y también por sus estudios de pensamiento y análisis de la arquitectura y su relación con el entorno. Uno de sus primeros libros, Contradicción y complejidad en la arquitectura (1966) sigue siendo una referencia en esa reivindicación del historicismo, de lo simbólico.
“Venturi tuvo una enorme importancia en explorar los elementos simbólicos inherentes a la arquitectura, cogió todos estos referentes sociales que estaban apartados y los incorporó; para él, el medio ambiente estaba construido de infiltrados culturales y debía introducirlos en la arquitectura”, explica el arquitecto Juan Navarro Baldeweg. Todos estos elementos eran imágenes del capitalismo, de un mundo real, símbolos de la tradición y de lo cotidiano, y a todo ello, él lo pone en valor y lo contextualiza. “Su investigación sobre el aspecto simbólico de la arquitectura es su legado y forma parte del pensamiento actual”, añade Navarro Baldeweg.
El arquitecto diseñó también mobiliario –funcional pero festivo– y en el patrimonio monumental de los EE UU dejó edificios como el colorista Museo del Niño en Houston o la Guild House en Filadelfia. Recibió el premio Pritzker de Arquitectura en 1991, pero su esposa y socia no acudió a la gala. Para ella no era el premio, pese a llevar varias décadas firmando los proyectos a medias. En 2013, el matrimonio participó en una campaña de firmas para reclamar el premio con carácter retroactivo para Denise Scott Brown. El desplante machista a su esposa ensombreció para siempre el galardón, al tiempo que lo consagró.
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